Trastorno del Espectro Autista (T.E.A.): claves para su detección
La condición del espectro autista corresponde a un trastorno del neurodesarrollo que se observa a partir de alteraciones de la comunicación social y la flexibilidad del comportamiento. Junto con ello, puede ir acompañado o no de discapacidad intelectual, deterioro del lenguaje funcional o estar asociado a otra condición. Ahora bien, si optamos por una perspectiva más amplia, podemos dar cuenta que es una condición caracterizada por su manifestación singular en cada caso. Por ende, su detección e intervención se realiza caso por caso y con ello se determina la necesidad de apoyos terapéuticos (psicológicos, terapia ocupacional, fonoaudióloga, educadora, kinesiólogo, etc.).
La importancia de la detección temprana del Trastorno del Espectro Autista
La importancia de una detección temprana permite también una intervención oportuna, la cual se puede realizar desde los 18 meses en adelante. Sin embargo, es cada vez más frecuente que se presenten adultos con sospecha de T.E.A solicitando con ello un diagnóstico y acompañamiento psicológico para los diferentes desafíos que presentan en la vida cotidiana. Si Ud. presenta sospecha diagnóstica de T.E.A es importante que reciba orientación de un médico quien sugerirá una evaluación especializada para usted o su ser querido. Brindamos algunos indicadores para su detección.
- Durante los primeros meses de vida se observa escasa sonrisa social, rechazo a compartir experiencias con otros, escaso juego cooperativo y más adelante poca comprensión de las relaciones sociales típicas (amistad, pareja, familia) junto con limitaciones en la comprensión del mundo emocional propio y de las demás personas.
- Contacto visual muy reducido y que se hace presente en más de un contexto interfiriendo la comunicación. En algunos casos pareciera que no está escuchando, se observa poca iniciativa para relacionarse y una respuesta social menor que sus pares.
- Si se observa un desarrollo comunicativo y lingüístico menor al esperado, poco uso de gestos o expresiones sociales. Especial atención si el niño repite las preguntas que se le realizan o si repite constantemente frases fuera de contexto. Además, es frecuente un uso de la voz que resulta atípico, exageradamente rápido, lento, volumen muy bajo o alto.
- Si se aprecian manierismos o movimientos “tipo aleteo” de cuerpo, manos y/o pies en momentos de emoción o ansiedad.
- Si la persona presenta fijación excesiva en un interés, tarea u objeto específico, dificultando con ello su participación social, escolar y cotidiana.
- A nivel del juego se pueden observar escasas acciones imaginativas, flexibles o creativas. En los niños más pequeños se pueden observar juegos de alinear objetos, repetitivos o enfocados en ciertos estímulos (luces, texturas, movimientos). En los niños más grandes y adultos, se puede observar inflexibilidad para el juego simbólico de simulación o problemas frecuentes para la comprensión de ironías, chistes, refranes o lenguaje figurado.
Por: Daniel Acevedo, Psicólogo clínico